"los detalles del contrato no pueden ir en letra chica. hoy están hechos para no ser leídos, para no saber. si todo está en letra grande, la persona tiene la posibilidad de saber e informarse.
“Si hay adolescentes que trabajan, deben tener ciertos motivos para trabajar. Estos son por necesidad, por ayudar a la familia, ellos crecen cooperando en la familia", explica Humberto Maturana. Para él, "los adolescentes no sólo son buenos, sino también respetables. Todo pasa por el respeto y la dignidad de los adolescentes, ya que cuando ese respeto no está, es el momento en que se abren espacios de desprotección".
Primero, cuando se habla de trabajo, se habla de un contrato. De modo, no es si los adolescentes deben o no trabajar, sino que la situación económica de la familia es tal que ellos necesitan hacerlo. Segundo, si trabajan, es responsabilidad del empleador saber que tiene adolescentes trabajando y no sorprenderse cuando se encuentre con ellos, ya que debe haber un contrato. Que el adolescente y el empleador lean el contrato. Que los dos sepan que el otro sabe. Si yo sé que el otro sabe, sé cuál es el compromiso conmigo, se establece el compromiso verdadero.
Por ello, la primera acción propuesta es que al momento en que se hace el contrato y se escrituran las condiciones de trabajo, el lugar mismo sea visitado por el empleador. Que el empleador sepa y muestre cuáles son las condiciones en que va a trabajar el adolescente. Si él pregunta ¿hay baño?, puede que haya baño, pero resulta que no es buen baño, está en mal estado. Entonces, el adolescente debe decir si acepta o no, y se puede quejar con el empleador si no cumple, y viceversa.
Los detalles del contrato, además, no pueden ir en letra chica. Hoy están hechos para no ser leídos, para no saber. Y cuando no se han visto es cuando aparecen las disculpas. Si todo está en letra grande, la persona tiene la posibilidad de saber e informarse. Por eso, hay que tratar el contrato como un acuerdo social. Esto significa que soy consciente de que tengo una relación con esta persona, pero no de autoridad y subordinación, y ahí está la dignidad del contrato".
Gloria Cano, por su parte, aclara que "quien contrata a un adolescente, debe estar dispuesto a acompañarlo, que se encuentren en la firma del contrato. Es posible que él tenga preguntas, pues nunca ha estado en un contexto laboral antes y no sabe de eso. Él está ahí para aprender, por eso debe haber un espacio de acompañamiento, en el que pueda conversar con el empleador sobre cómo le ha ido con su trabajo".
"Si eso pasa, ambas personas se sienten comprometidas personalmente, porque aparece una relación de respeto mutuo, y en la cual las personas hacen las cosas con seriedad", señala Maturana. "No hay que decir que el empleador debe respetar al adolescente y éste a su empleador. Eso no sirve, hay que crear las condiciones para que eso pase.
Que no sea una obligación externa, sino que quede como un espacio de acuerdo y estar dispuestos a cumplirlos".